UNA BIBLIOTECA IMAGINATIVA, DELICADA Y REFLEXIVA
LOS LIBROS DE ARTISTA DE JOSÉ EMILIO ANTÓN
EMILIO TORNÉ
El libro de artista habita entre fronteras difusas, en un territorio en el que no son fáciles (ni deseables) definiciones ni algoritmos. No se trata de un libro común, incluso puede no serIo en el sentido tradicional del término; tampoco es un libro de bibliofilia o de arte. El libro de artista es, sencillamente, una obra de arte, que -más allá del tradicional diálogo entre un texto literario y unas imágenes que lo ilustran- explora las fronteras del libro como un medio integrador que posibilita nuevas relaciones entre escritura y artes plásticas. El libro se entiende, en un sentido muy amplio, como un todo en el que nada está predicho: los textos pueden servir para ser mirados (poemas visuales, escrituras inventadas. . .), y las formas transgreden su sumisa función de comentaristas de la escritura. Al cabo, se propone una nueva noción de libro y de lectura. El libro vive así en un paraje sin cartografía, pero en el que se desarrolla un diálogo fructífero entre diferentes escrituras y artes muy propio del mundo contemporáneo, siempre dispuesto a difuminar los contornos de los géneros.
En el libro de artista, tal y como lo entendemos hoy en día, la intervención del autor afecta al arquetipo de libro, a su propia naturaleza como objeto. Encontramos, así, libros únicos y reproducidos...; hechos a mano y generados por procedimientos electrónicos...; en cajas, desplegables, enrollados...; construidos con una enorme e imaginativa variedad de técnicas y soportes, y donde lo escenográfico es también convocado a desempeñar su papel. El libro de artista puede integrar a casi todas las artes, y ésa es la puerta principal por la que se invita a la imaginación.
Y esta imaginación vuela más allá de los propios textos e ilustraciones para atravesar la misma idea de libro, su íntima sustancia. Por lo dicho, pocos lugares del arte actual se me antojan tan reflexivos como el libro de artista, aunque esta reflexión reclame a menudo lo azaroso, lo imprevisible, lo polisémico -como no podía ser de otra manera cuando de arte se trata-. Es un viaje a la esencia del arte; al centro de la cultura, cuyo emblema es el libro. Estamos ante un juego con nuestra propia memoria colectiva, que habita en los libros; ante un diálogo con nuestro máximo símbolo cultural. Estas obras dicen de otra manera y proponen, por tanto, nuevas lecturas: el espectador del arte como lector, y el lector reclamado a contemplar aquello inefable que tan sólo el arte sabe expresar.
Aunque la participación de los artistas -y no sólo como ilustradores, sino también como creadores de (tipo)grafías, encuadernaciones...-, es tan antigua como el libro mismo, los libros de artista parecen apuntar a otras dianas. De todas formas, las huellas de la Historia del libro son evidentes: la variedad de soportes y formatos del libro a través de la historia; la decisiva aportación de los ilustradores, dibujantes, iluminadores, grabadores...; los múltiples juegos visuales con la escritura (medievales, barrocos, orientales, islámicos.. .). Durante el s. xx, el libro de artista ha generado su propia tradición, muy relacionada con las vanguardias (futuristas, dadaístas, Bauhaus.. .), pero que se asienta, sin duda, en una reinvención del pasado y de las muchas vidas que los libros han tenido a lo largo de la historia. De este modo, la figura de Apollinaire (tal vez el primer teórico de estos nuevos lenguajes) se nos presenta como la de un nuevo cocinero con condimentos textuales y visuales antiguos, algunos (casi) olvidados. Sin ánimo de extendemos en la nómina, citaremos, en su germen, a S. Mallarmé, S. Delaunay o G. Apollinaire, y después, entre muchos otros, a M. Duchamp, A. Breton, R. Magritte, M. Ernst, M. Ray, P. Picasso, J. Dubuffet... En las últimas décadas, el libro de artista ocupa, por derecho propio, un lugar relevante dentro de las diversas formulaciones artísticas que anidan en este cambio de milenio.
José Emilio Antón es uno de los artistas españoles que más y mejor atención ha dedicado al libro de artista. Excelente pintor y dibujante, ha paseado su obra por ciudades de España, Europa y América. Sus libros han sido vistos en multitud de exposiciones colectivas por medio mundo, además, pocas personas como él conocen esta nueva tradición artística: posee una extensa bibfiografía sobre el tema y una buena colección de libros de otros artistas. El diálogo de Antón con la escritura, marcado por su afición a los libros y la literatura, viene ya de antiguo, recorriendo tres caminos: la poesía visual, los libros de artista -el primero de los cuales data de 1971- y, más recientemente, el mail-art.
Antón ha realizado un centenar de libros de artista, en una inabarcable variedad de formas y soluciones. Libros donde lo textual se traviste a menudo de visual y las imágenes pueden, y deben, ser leídas literariamente. Antón transita como pocos esos territorios fronterizos de los que hablaba al comienzo. Lugares difusos; muy acogedores para la libertad creadora: aquí el dibujante y pintor se funden y se confunden con el escritor, incluso con el artesano fabricador de libros... El resultado es un ejercicio de delicadeza y armonía. Sobresale a primera vista el exquisito dibujante, pero también la brillante imaginación creadora, el sensible uso del color y la complejidad de sus formas en evolución permanente. Un lugar destacado merecen sus abundantes juegos con escrituras inventadas, imaginadas, muchas con referencias a signos ancestrales o a posibles modelos de todas las latitudes y épocas.
Hemos de reconocer que resulta muy difícil reproducir con un mínimo de justicia (poética) estas obras. Su propia naturaleza es tridimensional. Además, el hecho de pasar las páginas, consustancial y definitorio del libro, se hace si cabe aquí más trascendente, pues el coloquio entre las páginas es parte insustituible de su contemplación. Tal vez, y dicho sea al paso, este diálogo constitutivo entre las soluciones gráficas del artista, este aportar tiempo a las artes plásticas, sea el hecho más relevante que aporta el libro a la labor del artista. Pero hemos de conformamos con ofrecer imágenes planas y fijas de algunas páginas de estos libros.
El primero de ellos, Mayor, es un curioso diálogo con el pasado familiar. Se trata de una libreta de cuentas que usó el padre del artista en 1953 y que Antón trabajó en 1986. El artista ha pintado, pero también cortado, manipulado... El troceado hace que aparezcan vistas páginas a través de las páginas. Hay además implícita una reflexión sobre la función primera de este libro y su actual vida como objeto artístico. También, un coloquio entre la imprenta, la pluma y el pincel: las guías contables impresas, la caligrafía de su padre y la intervención del artista.
Itz explora las posibilidades abiertas por la electrografía (fotocopia). Una serie de collages fueron fotocopiados en grises. A partir de estas copias, se coloreó a mano, se añadieron escrituras y también se adhirieron algunas de las imágenes originales. Estamos ante un diálogo sobre la reproducibilidad y la unicidad de la obra de arte. Muchos fondos son juegos de palabras, crucigramas, etc., sacados de la prensa, que ofrecen un trasfondo literario al juego de las imágenes, divertido, vivo, pleno de movimiento y ritmo.
Zumpy es una carpeta que contiene ocho pinturas acrílicas barnizadas, todas en gamas de negros, grises y platas, con un misterioso y sugerente resultado, luminoso y oscuro a un tiempo. Se trata de escrituras muy gestuales de las que resulta una obra abstracta en cada hoja. El refinamiento del resultado se eleva por la soltura y elegancia de los trazos, en la mejor línea caligráfica oriental.
Una explosión sobre el tema de las escrituras imaginarias sucede en Graph. En cada página impar hay una diferente, lo que hace que en este libro aparezcan unas 120. Desde luego, sería posible agrupadas por familias, y también por su diálogo con fórmulas gráficas existentes. En este esfuerzo caligráfico el lector queda convocado a un paseo por civilizaciones imaginarias, por mundos y culturas sin explorar. La medida belleza de sus páginas se acrecienta cuando se contemplan en movimiento, en una metamorfosis como de verdaderos seres vivos.
En Manuscrito tarkiano III aparece otro de los motivos gratos a José Emilio Antón: las manos, los dedos del dibujante, pintor, calígrafo... Un juego de sugerencias táctiles, de posiciones en relación con los signos y escrituras de la obra. Este manuscrito forma parte de una serie de obras sobre Tarka, una civilización imaginada, cimentada en la magia. El artista dibujó tarots inventados, personajes, objetos mágicos... Este libro remite a un mundo de grimorios, de rituales, de manuscritos que revelan secretos y son, al mismo tiempo, objetos mágicos (muchas de las piezas de Antón, y ésta en concreto, reivindican el antiguo valor sagrado de los libros).
En Sensibilidad táctil, los dedos vuelven a ser protagonistas de un grácil desplegable. Una pequeña historia de amor a través de los dedos. Sobresale la armonía de trazos, escrituras, formas y colores. Una perfecta fusión entre la forma del desplegable, el recorrido de los dedos, la calidad del dibujo, la dulzura de los tonos de color, el encuentro entre las escrituras y el entramado de líneas que delimitan el espacio...
El último de los libros reproducidos es Note book, una curiosa libretita que propone un diálogo de colores y fragmentos textuales. Muchas páginas están troceadas y permiten la visión de las siguientes. En cada doble página domina un color (que ocupa el fondo de la par). La escritura es legible en este caso (español), pero la fragmentación sólo permite al lector obtener retazos, palabras sueltas, escrituras para ver, una textura escrita... Estamos ante la obra de arte en construcción: tachaduras, rasgados, rectificaciones. Acaso Note book sea la huella en el tiempo de la creación de un libro.
Como pueden comprobar, los libros de Antón tienen mucho de juego, de alegría, de ironía, de disfrute al fin y al cabo. Se trata de libros rebosantes de ocurrencias, de hallazgos, de guiños para el espectador atento. Son obras hechas con mimo, con sensibilidad y con emoción, y que saben transmitir esa sensibilidad y esa emoción. Forman una Biblioteca refinada, divertida, delicada y hermosa, que mezcla deleite (visual y táctil) con reflexión. La Biblioteca imaginaria de un mundo libre y apasionado que ocupa un territorio muy concreto: el del estudio del artista José Emilio Antón.
Emilio Torné
Universidad de Alcalá
LITTERAE. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 1. 2001. Pp. 269-272.
LOS LIBROS DE ARTISTA DE JOSÉ EMILIO ANTÓN
EMILIO TORNÉ
El libro de artista habita entre fronteras difusas, en un territorio en el que no son fáciles (ni deseables) definiciones ni algoritmos. No se trata de un libro común, incluso puede no serIo en el sentido tradicional del término; tampoco es un libro de bibliofilia o de arte. El libro de artista es, sencillamente, una obra de arte, que -más allá del tradicional diálogo entre un texto literario y unas imágenes que lo ilustran- explora las fronteras del libro como un medio integrador que posibilita nuevas relaciones entre escritura y artes plásticas. El libro se entiende, en un sentido muy amplio, como un todo en el que nada está predicho: los textos pueden servir para ser mirados (poemas visuales, escrituras inventadas. . .), y las formas transgreden su sumisa función de comentaristas de la escritura. Al cabo, se propone una nueva noción de libro y de lectura. El libro vive así en un paraje sin cartografía, pero en el que se desarrolla un diálogo fructífero entre diferentes escrituras y artes muy propio del mundo contemporáneo, siempre dispuesto a difuminar los contornos de los géneros.
En el libro de artista, tal y como lo entendemos hoy en día, la intervención del autor afecta al arquetipo de libro, a su propia naturaleza como objeto. Encontramos, así, libros únicos y reproducidos...; hechos a mano y generados por procedimientos electrónicos...; en cajas, desplegables, enrollados...; construidos con una enorme e imaginativa variedad de técnicas y soportes, y donde lo escenográfico es también convocado a desempeñar su papel. El libro de artista puede integrar a casi todas las artes, y ésa es la puerta principal por la que se invita a la imaginación.
Y esta imaginación vuela más allá de los propios textos e ilustraciones para atravesar la misma idea de libro, su íntima sustancia. Por lo dicho, pocos lugares del arte actual se me antojan tan reflexivos como el libro de artista, aunque esta reflexión reclame a menudo lo azaroso, lo imprevisible, lo polisémico -como no podía ser de otra manera cuando de arte se trata-. Es un viaje a la esencia del arte; al centro de la cultura, cuyo emblema es el libro. Estamos ante un juego con nuestra propia memoria colectiva, que habita en los libros; ante un diálogo con nuestro máximo símbolo cultural. Estas obras dicen de otra manera y proponen, por tanto, nuevas lecturas: el espectador del arte como lector, y el lector reclamado a contemplar aquello inefable que tan sólo el arte sabe expresar.
Aunque la participación de los artistas -y no sólo como ilustradores, sino también como creadores de (tipo)grafías, encuadernaciones...-, es tan antigua como el libro mismo, los libros de artista parecen apuntar a otras dianas. De todas formas, las huellas de la Historia del libro son evidentes: la variedad de soportes y formatos del libro a través de la historia; la decisiva aportación de los ilustradores, dibujantes, iluminadores, grabadores...; los múltiples juegos visuales con la escritura (medievales, barrocos, orientales, islámicos.. .). Durante el s. xx, el libro de artista ha generado su propia tradición, muy relacionada con las vanguardias (futuristas, dadaístas, Bauhaus.. .), pero que se asienta, sin duda, en una reinvención del pasado y de las muchas vidas que los libros han tenido a lo largo de la historia. De este modo, la figura de Apollinaire (tal vez el primer teórico de estos nuevos lenguajes) se nos presenta como la de un nuevo cocinero con condimentos textuales y visuales antiguos, algunos (casi) olvidados. Sin ánimo de extendemos en la nómina, citaremos, en su germen, a S. Mallarmé, S. Delaunay o G. Apollinaire, y después, entre muchos otros, a M. Duchamp, A. Breton, R. Magritte, M. Ernst, M. Ray, P. Picasso, J. Dubuffet... En las últimas décadas, el libro de artista ocupa, por derecho propio, un lugar relevante dentro de las diversas formulaciones artísticas que anidan en este cambio de milenio.
José Emilio Antón es uno de los artistas españoles que más y mejor atención ha dedicado al libro de artista. Excelente pintor y dibujante, ha paseado su obra por ciudades de España, Europa y América. Sus libros han sido vistos en multitud de exposiciones colectivas por medio mundo, además, pocas personas como él conocen esta nueva tradición artística: posee una extensa bibfiografía sobre el tema y una buena colección de libros de otros artistas. El diálogo de Antón con la escritura, marcado por su afición a los libros y la literatura, viene ya de antiguo, recorriendo tres caminos: la poesía visual, los libros de artista -el primero de los cuales data de 1971- y, más recientemente, el mail-art.
Antón ha realizado un centenar de libros de artista, en una inabarcable variedad de formas y soluciones. Libros donde lo textual se traviste a menudo de visual y las imágenes pueden, y deben, ser leídas literariamente. Antón transita como pocos esos territorios fronterizos de los que hablaba al comienzo. Lugares difusos; muy acogedores para la libertad creadora: aquí el dibujante y pintor se funden y se confunden con el escritor, incluso con el artesano fabricador de libros... El resultado es un ejercicio de delicadeza y armonía. Sobresale a primera vista el exquisito dibujante, pero también la brillante imaginación creadora, el sensible uso del color y la complejidad de sus formas en evolución permanente. Un lugar destacado merecen sus abundantes juegos con escrituras inventadas, imaginadas, muchas con referencias a signos ancestrales o a posibles modelos de todas las latitudes y épocas.
Hemos de reconocer que resulta muy difícil reproducir con un mínimo de justicia (poética) estas obras. Su propia naturaleza es tridimensional. Además, el hecho de pasar las páginas, consustancial y definitorio del libro, se hace si cabe aquí más trascendente, pues el coloquio entre las páginas es parte insustituible de su contemplación. Tal vez, y dicho sea al paso, este diálogo constitutivo entre las soluciones gráficas del artista, este aportar tiempo a las artes plásticas, sea el hecho más relevante que aporta el libro a la labor del artista. Pero hemos de conformamos con ofrecer imágenes planas y fijas de algunas páginas de estos libros.
El primero de ellos, Mayor, es un curioso diálogo con el pasado familiar. Se trata de una libreta de cuentas que usó el padre del artista en 1953 y que Antón trabajó en 1986. El artista ha pintado, pero también cortado, manipulado... El troceado hace que aparezcan vistas páginas a través de las páginas. Hay además implícita una reflexión sobre la función primera de este libro y su actual vida como objeto artístico. También, un coloquio entre la imprenta, la pluma y el pincel: las guías contables impresas, la caligrafía de su padre y la intervención del artista.
Itz explora las posibilidades abiertas por la electrografía (fotocopia). Una serie de collages fueron fotocopiados en grises. A partir de estas copias, se coloreó a mano, se añadieron escrituras y también se adhirieron algunas de las imágenes originales. Estamos ante un diálogo sobre la reproducibilidad y la unicidad de la obra de arte. Muchos fondos son juegos de palabras, crucigramas, etc., sacados de la prensa, que ofrecen un trasfondo literario al juego de las imágenes, divertido, vivo, pleno de movimiento y ritmo.
Zumpy es una carpeta que contiene ocho pinturas acrílicas barnizadas, todas en gamas de negros, grises y platas, con un misterioso y sugerente resultado, luminoso y oscuro a un tiempo. Se trata de escrituras muy gestuales de las que resulta una obra abstracta en cada hoja. El refinamiento del resultado se eleva por la soltura y elegancia de los trazos, en la mejor línea caligráfica oriental.
Una explosión sobre el tema de las escrituras imaginarias sucede en Graph. En cada página impar hay una diferente, lo que hace que en este libro aparezcan unas 120. Desde luego, sería posible agrupadas por familias, y también por su diálogo con fórmulas gráficas existentes. En este esfuerzo caligráfico el lector queda convocado a un paseo por civilizaciones imaginarias, por mundos y culturas sin explorar. La medida belleza de sus páginas se acrecienta cuando se contemplan en movimiento, en una metamorfosis como de verdaderos seres vivos.
En Manuscrito tarkiano III aparece otro de los motivos gratos a José Emilio Antón: las manos, los dedos del dibujante, pintor, calígrafo... Un juego de sugerencias táctiles, de posiciones en relación con los signos y escrituras de la obra. Este manuscrito forma parte de una serie de obras sobre Tarka, una civilización imaginada, cimentada en la magia. El artista dibujó tarots inventados, personajes, objetos mágicos... Este libro remite a un mundo de grimorios, de rituales, de manuscritos que revelan secretos y son, al mismo tiempo, objetos mágicos (muchas de las piezas de Antón, y ésta en concreto, reivindican el antiguo valor sagrado de los libros).
En Sensibilidad táctil, los dedos vuelven a ser protagonistas de un grácil desplegable. Una pequeña historia de amor a través de los dedos. Sobresale la armonía de trazos, escrituras, formas y colores. Una perfecta fusión entre la forma del desplegable, el recorrido de los dedos, la calidad del dibujo, la dulzura de los tonos de color, el encuentro entre las escrituras y el entramado de líneas que delimitan el espacio...
El último de los libros reproducidos es Note book, una curiosa libretita que propone un diálogo de colores y fragmentos textuales. Muchas páginas están troceadas y permiten la visión de las siguientes. En cada doble página domina un color (que ocupa el fondo de la par). La escritura es legible en este caso (español), pero la fragmentación sólo permite al lector obtener retazos, palabras sueltas, escrituras para ver, una textura escrita... Estamos ante la obra de arte en construcción: tachaduras, rasgados, rectificaciones. Acaso Note book sea la huella en el tiempo de la creación de un libro.
Como pueden comprobar, los libros de Antón tienen mucho de juego, de alegría, de ironía, de disfrute al fin y al cabo. Se trata de libros rebosantes de ocurrencias, de hallazgos, de guiños para el espectador atento. Son obras hechas con mimo, con sensibilidad y con emoción, y que saben transmitir esa sensibilidad y esa emoción. Forman una Biblioteca refinada, divertida, delicada y hermosa, que mezcla deleite (visual y táctil) con reflexión. La Biblioteca imaginaria de un mundo libre y apasionado que ocupa un territorio muy concreto: el del estudio del artista José Emilio Antón.
Emilio Torné
Universidad de Alcalá
LITTERAE. Cuadernos sobre Cultura Escrita, 1. 2001. Pp. 269-272.